INVENTAR UNA NUEVA ESCOLARIDAD
Esta escolaridad tal como está concebida ha demostrado que no prepara ya ni para el presente. Menos aún para ningún futuro. Esta escolaridad produce excesivo fracaso escolar, no estimula ni a estudiar ni a aprender, no brinda los conocimientos suficientes ni para acceder a los estudios superiores ni para acceder al mundo laboral. A ese ritmo no alcanzamos la velocidad de los cambios. Se hace necesario inventar una nueva escolaridad que genere en el niño el estímulo de lo atractivo en oposición al peso y al lastre de lo obligatorio. Una escuela-taller, llena de aulas-talleres que el niño y la niña puedan recorrer con una cierta libertad de elección. Taller de matemáticas, taller de lengua, taller de historia, de geografía, de ciencias de la naturaleza, de artes plásticas, de actividades corporales, de música, de informática, de motores y tecnologías, de carpintería, del cuerpo humano, de lógica, pensamiento, filosofía y psicología, de sociología, de economía y de servicios. Sólo para poder obtener certificaciones específicas los niños deberían estar supeditados a ciertas reglas que producirían la obligación de ir pasando por determinados talleres, pero pudiendo seleccionar aquellos a los que les apeteciera dedicar una mayor parte de su tiempo.
Los docentes, coordinadores de los talleres, y de sus especialidades en los mismos, se verían obligados a atraer a los alumnos a participar de sus actividades, mediante muestras, exhibiciones audiovisuales y charlas para convencerlos de lo atractivo de su asignatura, de lo enriquecedor de sus experiencias, de la utilidad de sus enseñanzas. No harían falta ni exámenes ni rígidas evaluaciones. Los docentes elevarían información permanente del nivel que van adquiriendo cada uno de sus alumnos en el área de su especialidad o subespecialidad, para el registro curricular del alumno. Los horarios escolares podrían ser amplios y elásticos, ya que los alumnos tendrían resueltas en los talleres sus necesidades lúdicas, expresivas y deportivas.
Podrían incluso funcionar sábados, domingos y festivos para los alumnos que así lo desearan. A medida que los alumnos y alumnas van adquiriendo destreza en sus actividades se pueden organizar equipos cooperativos que puedan ofrecer servicios, en función de esas destrezas, a la comunidad, gratuita o remuneradamente. Antes de llegar a la edad laboral aprenderían a poner en marcha distintos tipos de actividades profesionales, resolviendo no sólo los problemas que se presentan en esa actividad específica, sino además problemas de gestión, de organización, de coordinación, de trabajo en equipo, de regulaciones y legislación económica y administrativa que les serían de inestimable utilidad para su futura actividad laboral y para su lucha por la existencia en las mejores condiciones.
En la sociedad preindustrial lo que se enseñaba era el pasado, porque el futuro iba a tener características similares. El industrialismo requirió otros aprendizajes. Los necesarios para preparar operarios para cadenas de montaje en fábricas y empleados administrativos en oficinas privadas y públicas con un funcionamiento similar. La escuela se convirtió en un anticipo de esa sociedad. Una reglamentación de tipo militar. Uniformidad, uniformes, rígida distribución en aulas, rígida distribución dentro de las aulas, rígidos grados y títulos, papel autoritario del personal docente, administrativo y de dirección. Timbres y campanas señalando horarios fijos para entrar y salir de la escuela, para entrar en el aula, para descansar y para orinar.
La nueva escolaridad tiene que establecerse sobre bases totalmente distintas que, en algunas experiencias piloto, ya se están experimentando. El sitio, la actividad, los docentes, la dinámica, las técnicas tienen que despertar curiosidad, interés, atracción y entusiasmo desde el inicio de la educación infantil. La energía del personal de la escuela, directivo, administrativo y docente tiene que estar centrada en conseguir esos objetivos, y en ofrecer estímulos permanentemente para mantener alto el nivel de interés y de deseo por conocer, por aprender y por adiestrarse. Todo ello sobre criterios de ir responsabilizando al alumno de sus avances, de sus adquisiciones y logros e incluso de la corrección de sus propios errores.